sábado, 7 de julio de 2007

El espejo

Estuve dos horas mirándome en el espejo del cuarto de baño, como reconociéndome en actitudes menos positivas o intentando cambiar mi rostro con exhaustos poderes mentales. Abrí el grifo y una corriente de aguas paradisíacas me roció la cara, sentí su frescor, la fusión de sus colores en esa tonalidad semi-rosada llamada piel. O carne. Volví a mirarme y el espejo resbalaba entre miles de pequeños espejos que se podían descubrir en cada gota de agua. Estaba empapado. Y ese llanto se había convertido en algo propio. Volví a mirarme una vez más y estallé en pedazos, el suelo quedó inundado de un pequeño océano por el que navegué largos y dolorosos días. Ya no había ningún espejo, solamente lágrimas.