
Como aviso de Dios sonó el teléfono, un estridente sonido que recorrió todo el bar en mi busca. Una, dos, tres veces… la camarera no lo atendía. Era un bar de locos, el teléfono no estaba a más de un metro de ella y parecía que ese fuerte sonido no entraba en su comprensión. Mi angustia fue creciendo a medida que el teléfono sonaba. Su ruido me entraba por el cuerpo y me martilleaba la cabeza, gritaba cada vez más fuerte. Empecé a sudar y el teléfono me miró y siguió gritando, pero ya no solo era un pitido de aviso; el aparato gesticulaba mi nombre. Me levanté y, en silencio, tiré sin darme cuenta la taza de café que quedó esparcida por todo el suelo. Yo me dirigía a la puerta para escapar de mi mismo cuando, de pronto, como si nada, la camarera lo cogió y con un tono indiferente preguntó quien era. Tapó el auricular y preguntó en voz alta si existía un tal Alejandro. Me quedé helado, nadie sabía que estaba aquí. Como me habían encontrado? La camarera volvió a preguntarlo y le hice un gesto con la cabeza, me dirigí hacia la barra y, en voz baja, le dije que era yo. Me ofreció el aparato y, lentamente, me lo puse en la oreja.
-Don Alejandro?
-Si, soy yo. Quien es?
-Llamamos del cementerio. Nos gustaría saber porque hoy ha hecho campana.
Por lo que poco después me dijeron, caí en el suelo. Rígido, frío y sonriente; como un muerto.
1 comentario:
-Murió a las 15:02.
-Mentira. Murió el día en que nací.
----
m'agrada akest escrit... ^^ he tornat a llegir el de la nena... genial i te coses ke ja te les comentaré... estupenduuu xd
un peto
Publicar un comentario