domingo, 11 de marzo de 2007

Yo, la niña

Mis manos tiemblan al pensar en la situación en la que me encontraba.
Era ya de noche, casi mañana, y nadie dejaba escuchar lo que decía porque todos gritaban demasiado, mis lágrimas de sudor manchaban el suelo de hierba y mi corazón rebotaba contra sus paredes ofreciéndome el pánico personificado en mis propios ojos. Sentía la cruel necesidad de escupir contra el viento y vencer a mis pasos, pero me tenían paralizada, era una situación odiosa. Me sentía impotente y olvidada, no sabía la razón de todo aquello y eso me hacía enloquecer, era el extremo al que jamás esperaba llegar y miradme, soy una gota de agua en medio del desierto.
Las piernas se me tornaron moradas de la presión que sojuzgaba mi mente, quería gritar y no me dejaban. Estaba sola entre tanta gente, había llegado a odiarlos, porque fue aquel día cuando ellos lloraban de alegría por mi extraña humillación.
Sentía el frío por el cuerpo y el escozor por mi nobleza, se me erizaba el pelo solo de escuchar lo que jamás llegué a entender. Sus bocas mezclaban deseo y saliva, una combinación escalofriante que podía arrancar vidas y sueños inequívocos.
Mi cabeza se despojaba de sus neuronas y se convertía en esclava de pasiones ajenas, la noche disfrazada de brisa se cambió de acera. No eran muecas de histeria, sino de placer. (Un placer) que me parecía verlo des del fondo de un gran agujero, cabado especialmente para mi, tenía mis justas medidas.
Más tarde sería el aposento de la muerte de una niña, que lloraría aún más sabiendo que los peores ladrones habían llegado y le habían robado su inocencia.
19 de Abril de 2006

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